09.04.2009:
El de la oficina de la cia. de autobuses me dice que me ha dado el mejor asiento del ómnibus, el nº 3, el primero nada mas entrar al bus, para que así tenga mas espacio y no vaya tan encajonado (supongo que quiere compensarme por el intento frustrado de salir de aquí de hace dos días). Pero ¡coño en que hora!. Al principio fantástico, vas viendo por el cristal delantero y los laterales, no te molesta el de delante reclinando el asiento, etc., etc.. Pero al poco de iniciarse el viaje por la carreterita "ripiada" (sin asfaltar y dando, de vez en cuando, unos botes tremendos) mi compañera de asiento, una holandesa mayor que esta estudiando español y me usa como conejillo de indias, me hace una indicación para que mire a los conductores (en estos viajes largos siempre van dos para turnarse y no dormirse): van regañando y gesticulando con las manos por algo referente a los turnos, pero van mirándose uno al otro sin prestar la menor atención a la carretera por parte del conductor (si bien es cierto que por esa "carretera" a esas horas no pasa nadie). El nerviosismo de la holandesa va en aumento y no para de mirar y de darme con el codo, acabando por contagiarme su nerviosismo, así que decido dormirme y que "sea lo que Dios quiera".
Después de unas horas se hace la primera parada para dejar paquetes en una especie de posta en medio de la nada (la estepa patagónica -no confundir con la de los "polvorones" del chiste- es de una soledad total y de una monotonía cansina, solo endulzada por un imponente y maravilloso paisaje celeste tanto de día -con unos colores azules especiales- como por la noche: con un techo estrellado difícil de imaginar por lo intenso de la luz estelar y lo abigarrado de sus formaciones: galaxias, cúmulos, Vía Láctea, etc..). Hay que aprovechar para estirar las piernas y mear (el baño del autobús no traga y es un poema -la holandesa les ha dado el cante por ese tema-). Al reiniciar la marcha hay cambio de conductor, de lo que nos congratulamos la holandesa y yo, pero la alegría dura poco (como en la casa del pobre, que dice el refrán) pues el nuevo esta empeñado en escribir un mensaje en el móvil (perdón: celular) y, claro, hacer eso y mirar a la carretera no parece compatible. De nuevo la holandesa con el "codito" para que mire la jugada. Después de un buen rato de estar intentándolo -parece que no tiene cobertura o lo que sea- la holandesa decide ir a darle de nuevo el cante, esta vez para que deje de escribir y conducir a la vez. Efectivamente se centra en la conducción y la holandesa se duerme... momento en que el otro (que la estaba vigilando por el retrovisor) vuelve a las andadas con el puto móvil (perdón de nuevo: celular), pero esta vez haciendo juegos malabares: ¡esta cambiando el chip y la batería de un celular a otro!. El tío lleva dos. Yo que estoy desvelado y observando la maniobra, también estoy empezando a ponerme nervioso -sobre todo en las curvas que las toma con una sola mano-, así que decido darle con el "codito" a la holandesa para que se despierte y le vuelva a pegar el cante al chófer (cosa que hace nada mas despertarse, amenazandole con poner una queja en la estación a su llegada). Por fin deja lo del celular y nos dormimos en una especie de duermevela por si vuelve a las andadas.
A eso de las 5 de la madrugada vuelven a cambiarse de turno (aprovechando una de las paradas que están haciendo cada hora para que el que quiera salga a hacer sus necesidades -han clausurado el baño-. La escena es de risa: en un lado de la carretera las chicas y en el otro los chicos -instrucciones del conductor- y los que se han quedado dentro del bus ¡haciendo fotos y partiendo de risa!). Y ahora el que conduce es casi peor: se pasa todo el rato cargando el mate de agua caliente que lleva en un termo debajo de su asiento. Cada vez que tiene que echar agua al mate (cada 15 segundos) se agacha en busca del termo, lo desenrosca -con las dos manos- y mira el recipiente para que no se le derrame al echar el agua -esto con el autobús en marcha, claro-. Cuando se le acaba el agua del termo, ni corto ni perezoso, para en medio de la carretera, saca un infiernillo de gas y una tetera, la pone encima de los escalones del bus y hasta que no hierve el agua y llena de nuevo el termo, no arranca... para volver a: chupar de la pipa del mate, agacharse, desenroscar, llenar, etc... ¡y así una y otra vez! (y la holandesa dormida y yo, que tengo cargo de conciencia por haberla despertado la vez anterior, que no quiero despertarla).
¡Maldito asiento de preferente!. ¡Con lo bien que se viaja en el medio del autobús sin saber en manos de quien estas!.
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