23.04.2009:
San Pedro de Atacama es una pasada de pueblo, y no solo por estar en medio del desierto mas seco y árido del mundo (la diferencia entre seco y árido, que me han explicado, es que seco es el que menos precipitaciones recibe y árido el que menos vida alberga: el de Atacama). Si no porque han sabido conservar -a pesar de ser una Meca del turismo de aventura en Sudamérica- su fisonomía y personalidad propias. La mayoría de las casas (excepto las oficiales como Carabineros, etc..) son de una sola altura y construidas de adobe (el hormigón de los pobres) por fuera y con madera en vigas y techos, suelen tener un muro alrededor de las casas igualmente de adobe, con ramas y piedras como armazón. Las calles no están asfaltadas y solo una o dos tienen aceras. La luz eléctrica es de una intensidad tan mínima que las cuatro farolas que tiene el pueblo apenas si iluminan el suelo que tienen debajo (evitando así la contaminación lumínica, lo que es muy importante para la observación del cielo -aquí al lado están los observatorios mas grandes del mundo porque tienen el cielo mas limpio -con permiso de los palmeros y su Roque de los Muchachos-).
Hay apenas cuatro árboles (algarrobos) en la plaza del pueblo. Plaza en la que, lógicamente, se ubica la minúscula y recojidita iglesia toda ella encaladita que es una preciosidad. Anoche la estuve visitando nada mas llegar, y a la luz de la luna y con el insuperable decorado del cielo estrellado como fondo, sin ningún ruido en las calles, que casi todas son peatonales, me pareció mas bella que si hubiera sido una enorme catedral.
Muy cerca de aquí empieza el desierto a revelar sus tesoros escondidos y sus secretos mejor guardados: oasis, lagunas, geíseres, cañones, valles encantados y, sobre todo, sus famosos "salares" (lagos y lagunas de sal inmensos que parecen enormes campos nevados).
Por la mañana le echo un vistazo al pueblo y voy a visitar su artesanal museo de arqueología en el que casi hay mas gente trabajando que objetos expuestos: el guarda de la puerta; la taquillera; el que te corta la entrada; dos señoras -una en cada baño-; dos limpiadoras que están continuamente pasando el mocho y en varios despachos: el director, la secretaria, el coordinador cultural y puede que aún me deje alguno. A todo esto el museo se puede visitar situándose en el centro del mismo y girando sobre tus talones sin moverte del sitio.
A escasos kilómetros de San Pedro se encuentran una serie de lagunas en medio del Salar de Atacama, que es una depresión enorme en medio de un gigantesco valle que es muy peculiar, pues una parte es desierto puro y duro, otra parte es aún un grado mas: el Salar (una enorme costra de sal que cauteriza el desierto) y otra parte que es semi-desértica pues posee algo de humedad y se dan extensiones de matorrales minúsculos de gramíneas y algo parecido a las esparteras, etc.. y en cada una de estas zonas se dan los fenómenos de las lagunas (que no son, evidentemente, fruto de las lluvias, ni el aporte de algún río, sino filtraciones de agua subterránea proveniente del deshielo de los cercanos Andes). Ademas, en los bordes del salar se ubican varios oasis en donde crecen los escasos y minúsculos pueblos aun habitados por los descendientes de los Likan-antay y los Incas.
Cada laguna tiene una determinada característica: la primera es la laguna Cejas que tiene una concentración salina superior al 50% y tiene una flotabilidad aun mayor que la del Mar Muerto (es una pasada dejarte abandonado, sin hacer ningún esfuerzo, en medio de la laguna y pegarte una siesta). Las siguientes se llaman los "Ojos del Salar" y son dos profundos agujeros, uno al lado del otro -como si fueran ojos- de agua dulce y de una profundidad insondable -según el guía-. La última es la mas grande en extensión pero de una profundidad media de tan solo 20 cms. y suele estar, sobre todo en verano, echa un autentico "pan de sal". Esta última es sin duda la mas bonita. Aquí esperamos para ver anochecer en el desierto tiñendo la Cordillera de los Andes y los mas de una docena de volcanes que rodean al salar de tonos ocres y dorados.
Muy bonito, pero apenas el sol cae empieza a hacer un frío de narices (la diferencia térmica entre el día y la noche en esta época es de + 30º y - 15º). Mañana iré a visitar la otra orilla del salar y los pueblos de la altiplanicie, o Puna que llaman por aquí. Promete ser una gran excursión.
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