En el Parque Nacional Los Glaciares

03.04.2009:

Hoy parecía estar gafado. Se despertó lloviendo a mares y cuando he ido a la estación de autobuses a tomar el bus para ir al glaciar Perito Moreno, me dicen que no sale porque no hay el pasaje mínimo requerido de 4 personas para hacer rentable el viaje (no es tpte. publico y al ser temporada baja hay pocos "locos" que lo hagan por su cuenta, pues la inmensa mayoría contratan la excursión con agencia), así que he tenido que hacer de agente de la agencia e ir al albergue a buscar "voluntarios" con los que juntar el necesario "quorum". Solo he reclutado a mi compañero de habitación, un parisino que iba a ir mañana al glaciar pero ha cambiado el día para hacerme el favor. Al final sumamos otro en la estación de buses y el chófer accede a llevarnos (no sin antes intentar que, entre los tres, le pagáramos el pasaje del cuarto en disputa, -no ha colado-). Total que aunque algo mas tarde de lo previsto llego al glaciar justo cuando empezó a salir el sol y despejar un poquito. Con este autentico y asombroso fenómeno de la naturaleza me pasa lo mismo que con otros: Rorayma, Iguazú, Ushuaia, etc.. que su contemplación me deja sin aliento ¡Dios mio que cosa tan hermosa!. ¡Un inmenso campo de hielo de una altura colosal y con una superficie tan caótica que es imposible encontrar en toda su superficie un solo plano recto!.


Las grietas enormes de color azul intenso y el blanco mas puro que imaginarse pueda, en las cumbres de los Andes que lo circundan en las orillas del lago Argentino con sus aguas de plata quieta, que decía el poeta, (y quietas están pues al estar el agua a punto de congelación y ser un lago, es como un espejo que refleja la luz y no se mueve nada), los bosques de lengas, esos arboles propios y endémicos de estas latitudes que, cuando alcanzar un cierto tamaño, adquieren un aspecto muy curioso: la mitad de abajo con follaje verde y la parte alta totalmente seca y con las ramas peladas.



A todo esto el glaciar que no deja de "ronronear" haciendo ruidos como si estuviera roncando y, de vez en cuando, y con un ruido ensordecedor, cae un tempano de hielo de la pared formando una ola grande y quedando flotando a la deriva en su nueva condición de "iceberg" (he estado casi una hora con la cámara preparada en modo de grabación esperando uno de esos desplomes gigantes y, al final, no lo he podido grabar -aunque he oído el enorme estruendo que producía uno de ellos, pero en la otra cara del glaciar-. Me he quedado hasta que la luz solar, y la batería de la cámara, se han apagado). El glaciar va cambiando a medida que el día transcurre, pues la incidencia de la luz solar sobre su superficie le va dando aspectos cambiantes -al igual que cuando el sol queda oculto por alguna nube-. A eso de las siete de la tarde, cuando el sol empieza a ocultarse tras los picos de los nevados Andes, es cuando la luz adquiere un tono especial y empiezan a perfilarse todos los ángulos del glaciar. Según el sol se va ocultando, parte del glaciar queda bañado por la luz solar, destellando y brillando, y otra parte queda en penumbra haciendo un contraste precioso ¡y yo sin batería en la cámara!.



El irse la luz solar y empezar a hacer un frío intenso es todo uno. A pesar de todo aguanto hasta la salida del último bus. El glaciar con luz de luna esta aún mas bonito si cabe. Mañana haré la típica excursión en barco por el lago Argentino para ver el resto de los glaciares: el Spegazzini, el Upsala, el Onelli, el Bolado y el Agazzi.

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