02.04.2009:
Hoy me ha tocado de nuevo viaje en bus, un montón de horas y ¡total para hacer poco mas de 400 kms. entre Ushuaia y El Calafate!. El viaje ha sido de lo mas surrealista que he hecho. Como dice el chófer esto es un "quilombo". A pesar de ser un viaje interno, pues tanto el origen como el destino son argentinos, hay que atravesar una parte del territorio chileno (Tierra del Fuego es una isla y para salir hay que cruzar varias islitas del archipiélago y el Estrecho de Magallanes en transbordador y, algunas de ellas son chilenas). El caso es que hay que pasar 4 controles fronterizos: 1) al salir de territorio argentino, 2) al entrar a territorio chileno 3) al salir de territorio chileno y 4) al volver a entrar a territorio argentino. Y en cada uno, claro esta, a rellenar el correspondiente formulario de entrada y/o salida mas otro formulario detallando si entras algún tipo de comestibles: bebida, comida, bienes de origen electrónico, etc.. (no me dejaban entrar la fruta que llevaba: 2 manzanas, 1 plátano y 1 tomate, así que he tenido comérmelos a pie de aduana -mientras el resto de los del autobús sellaban- ¡a las dos de la mañana!). Y luego a pasar el correspondiente escaner y la revisión de mochilas mas el inevitable gendarme y/o milico de turno mirándote con cara de estarte perdonando la vida. Ademas la mayor parte del trayecto se hace por carretera de tierra sin asfaltar y esta lloviendo a mares por lo que los cristales del bus están llenos de barro que apenas te dejan ver nada del, absolutamente monótono, paisaje de turberas de enorme espesor formando ondulaciones como si fueran dunas y encima de ellas, millones de ovejas pastando a su aire.
No he visto ni un solo árbol en kilómetros. Menos mal que el cruce del Estrecho de Magallanes nos ha regalado con una especie de carrera entre un grupo de delfines de color blanco y negro (parecidísimos a las orcas pero de mucho menor tamaño, que aquí llaman "tonas") y el transbordador. Verlos evolucionar a la orilla del barco y cruzarse entre ellos, saltando en el agua y relevándose en la cabeza como si fueran un equipo ciclista dándose el relevo, es una gozada.
El único entretenimiento en un día absolutamente gris y plomizo, con cuatro horas de espera para tomar el siguiente bus en una ciudad llamada Puerto Gallegos, igual de gris que el día, ha sido ¡pasear por un Carrefour! que he encontrado (con lo que siempre me han disgustado los hiper ¡quien me lo iba a decir!). Mañana sera otro día.
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