En El Chalten

05.04.2009:

Los guardabosques del Parque Nacional me han desaconsejado seriamente el pernoctar en las inmediaciones del macizo montañoso, al parecer las previsiones meteorológicas no son buenas, así que me he alojado en un albergue y voy a quedarme dos o tres días aquí, en El Chalten, para hacer 2 o 3 senderos largos, pero volviendo al pueblo a dormir.


Hoy he decidido ir a un glaciar llamado Poincenot, al igual que el cerro que le da el nombre. Entre ir y volver son casi 10 horas de camino y no me puedo demorar porque no quiero que me caiga la noche en el monte. El inicio es jodido por lo empinado del terreno, pero una vez coronado el primer monte empieza lo bueno y con un menor desnivel. Un espectacular bosque de árboles viejos de hojas caducas, que están en plena muda, me resguardan del viento helado que me azotaba durante la subida y me permite quitarme parte de la indumentaria que llevo: parezco el hombre del anuncio de Michelín. Según me voy adentrando en el bosque se va espesando y, el ya estrecho sendero, se va estrechando mas y mas y me van arañando las zarzas que lo delimitan.



En las umbrías del monte con desnivel el camino se vuelve barrizal por la nieve derretida y encharcada, o riachuelo si canaliza el agua que va soltando la montaña. Al rato la humedad me llega a los sobacos, entre el agua que va escalando por las perneras de mis pantalones desde el suelo y la que yo voy soltando por el sudor (con el cortavientos no se ventila bien), estoy hecho una sopa, pero no me puedo quitar nada porque cada vez que cruzo un claro en el bosque el aire gélido me dejaría hecho un polo.



Después de mas de dos horas de subida llego al primer mirador desde el que, supuestamente, se podía divisar todo el macizo montañoso: el cerro Torre; el Edgar; el Teclado Negro; el Saint Exupery; el Poincenot y el majestuoso Fitz Roy de mas de 3500 metros. Pero lo único que se divisa es: "cero patatero". Un mar de nubes y, eso si, unos impresionantes bosques de lengas, ñires, arrayanes, guindos, secuoyas y otras especies que he leído en un folleto del parque. La sensación es frustrante y, para mas "inri", hay un tablero explicativo, con foto y todo, en medio del mirador indicando lo que se podría haber visto.



El cielo pinta feo y en el mirador, que es una especie de cumbre, el aire sopla fuerte, hace un frío que pela y esta cayendo agua-nieve. Me siento detrás de una roca para resguardarme y valorar si sigo o me vuelvo al pueblo. La mayoría de los que llegan al mirador se dan la media vuelta, pero yo me he agregado a un grupito de alemanes que van a acampar junto al lago Capri. Uno de ellos chapurrea algo de español y me dice que el tiempo en esa zona es muy cambiante y que lo mismo puede empeorar que mejorar en cuestión de minutos.



Mejorar parece que no porque la nieve ha arreciado, pero ¡de perdidos al río!, decido seguir y no es hasta llegar al glaciar -casi tres horas después- en que el tiempo parece irse arreglando poco a poco y a verse algún claro en el cielo. Poco a poco empieza a delimitarse la cadena de montañas y, de repente, como por arte de magia, el viento arrastra las nubes y el sol empieza a abrirse camino entre ellas y, en menos de media hora, hace un día fantástico y se pueden ver nitidamente todas las montañas menos la gordota: el Fitz Roy. Me ha contando un guarda del parque que el nombre original de la montaña no era Fitz Roy sino que se llamaba como el pueblo: Chalten que en el idioma mapuche, significa "la montaña que echa humo" y que lo raro es verla sin nubes.



Aun sin divisar el Fitz Roy/Chalten el resto de las montañas y en especial el Cerro Torre son alucinantes y he disfrutado de su visión con fluidez. He seguido, una vez despejado el día, hasta la base de un glaciar llamado Río Blanco (que no es tan acojonante como los del Calafate, pero a éste he llegado yo solito y por mis medios y no tengo que empujar a nadie para hacerle una foto, como en el barco del lago Argentino). El tiempo volvió a cambiar igual de rápido, pero ahora a peor, y tengo que apresurar el paso para volver al pueblo. Una ducha bien calentita en el albergue me restablece a mi estado original de persona y no de tempano. Me voy a preparar algo calentito para cenar y a dormir como un leño. Mañana ya veremos.

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