28.09.2009:
No muy lejos de Antigua se encuentra uno de los tres volcanes activos de Guatemala, el Pacaya. Lo que distingue a este volcán de otros de esta parte del continente no es ni su altura, ni su belleza, ni la exuberancia de la vegetación en sus faldas, o cualquier otra de las cosas que adornan o distinguen a los otros volcanes. Aquí la diferencia la marca !!la lava!!.
Aun siendo un Parque Nacional y habiendo ocurrido en él accidentes fatales a varios de sus visitantes, nadie te impide, ni esta prohibido, llegar hasta sus coladas de lava incandescente.
Es obligatorio subir con un guía indígena local, pero como lo que vende del volcán Pacaya (y hay que entender que esta pobre gente vive de esto) es el ver la lava y el riesgo que corres al hacerlo (riesgo real), pues el guía no solo no lo impide, sino que va todo el camino fomentando lo de "casi tocar la lava" (llevan una especie de caramelos de algodón y un palo en forma de tridente para pincharlos y asarlos al calorcito de la lava -una especie de versión cutre de nuestros fastuosos "chorizos al infierno"- que aquí, por cierto, estarían de muerte).
El volcán lleva escupiendo lava desde el 2000 y según te vas acercando a los malpaises (o campos de coladas de lava) puedes ir apreciando la diferente antigüedad de la misma: desde un picón viejo muy finito, casi ya arena, hasta las rocas gordotas aun calientes y humeando.
Subir por las faldas del volcán sobre este tipo de material es, en principio, fatigoso (dos pasos pa'lante y uno pa'tras), luego peligroso pues como el material esta muy suelto, al pisar te resbalas y si te das con los salientes de una roca en forma de agujas, de las que forma la lava al enfriarse, te cortas con suma facilidad. Y, al final, al llegar al punto álgido en que estas a medio metro del río de lava ... de autentico pánico, pues el menor resbalón puede costarte que te achicharres. Para llegar tan cerca hay que pisar sobre la lava enfriada de días anteriores que aun guarda muchísimo calor y notas como el pie te arde y empiezas a oler a la chamusquina de la suela quemada.
A esa distancia el calor es infernal y cuando el viento sopla es insoportable, sobre todo si sopla en tu dirección (es como aventar con un abanico un brasero gigantesco, las brasas se reavivan y calientan mucho mas).
!!Ha sido una ardorosa y fantástica experiencia el estar a un paso de la lava que hace escasos días u horas, estaba en las entrañas mismas de la tierra!!. He recordado una historia que leí en alguno de los volcanes que he visitado (no me acuerdo en cual) sobre la costumbre que tenían los religiosos durante la colonia de bautizar a los volcanes porque creían -una de las pocas creencias que compartían con los indígenas- que los volcanes eran las mismísimas puertas del infierno y pensaban que rociando con el hisopo de agua bendita exorcizaban a los demonios que habitaban en su interior y aplacaban sus iras (aunque, a juzgar por los resultados y por la historia cataclísmica de los volcanes de América, no parece que este "remedio" fuera muy eficaz).
!!Yo, al menos, no he visto asomar los cuernos a nadie por allí, a pesar del olor a azufre y del calor infernal que hacia!!.
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