09.05.2009:
Bueno hoy me ha tocado vivir en persona parte de lo que ayer vi en el vídeo: como vive y trabaja un minero del Cerro Rico. Es uno de principales atractivos de Potosí: la visita a las minas de plata. Se va primero al mercado minero, único lugar en el mundo donde se puede comprar libremente dinamita y otros explosivos (lo único que te piden es la pasta, ni identidad, ni destino del "petardo", nada). Después te disfrazas de minero con pantalones, chaqueta y botas impermeables y un casco con su correspondiente linterna frontal. En el mercadillo se compran hojas de coca, cigarrillos, dinamita, alcohol de 96° y refrescos para ofrecer a los mineros (para que te reciban bien en sus dominios) y, sobre todo, para el "Tío". El "Tío" es el dios -representado por una figura demoníaca- de la oscuridad y el "dueño" de las minas. De él depende la suerte, buena o mala, del minero: si la ofrenda es generosa, él te compensara con mineral y te dará protección en sus dominios de tinieblas. Si eres rácano en la ofrenda o no tienes la suficiente fe, puede hacer que una carga no explote a tiempo y te sorprenda, o puede enviarte una nube de gas tóxico o cualquier otro tipo de apocalipsis dentro de la mina.
Todo esto se lo creen a "pies juntillas" todos los mineros, pues forma parte de sus creencias religiosas . Yo los mineros que he visto en Potosí son indígenas, y sus creencias son una especie de sincretismo o mestizaje entre sus primitivas deidades y las que les inculcaron con la evangelización. Esto se ve perfectamente en las portadas de las iglesias (en donde casi siempre aparecen, junto con la iconografia cristiana, imágenes representativas de sus "dioses": el sol o la luna -encarnación de sus dos principales dioses- junto con algún elemento natural: un animal, una planta, un monte, etc., algo que represente a la Pacha Mama). Ellos utilizan , ademas, una doble simbología para con las imágenes religiosas y hacen equiparaciones entre la vida, obras, milagros, gracias que conceden, etc., los "santos" católicos con sus ancestrales panteones de dioses o santos.
Cuando llegas a la mina y les entregas el "alijo" a los mineros, lo primero que hacen es una especie de purificación abriendo el alcohol de 96° (apto para "consumo") y en un vaso echan un lingotazo y hacen una ofrenda derramándolo en tres partes: una para la Pachamama, para que les sea generosa; otra para los minerales, y otra para el "Tío". Lo que les queda en el vaso se lo meten al cuerpo de un trago. Luego cada uno de los que vamos a entrar a la mina debemos repetir el rito (yo, si no fuera por la seriedad con que lo hacen, creería que lo hacen para tomarnos el pelo a los gringos). El "tragito" te hace saltar las lagrimas.
Y a partir de aquí empieza lo chungo. Entrar en la mina al principio es excitante: siguiendo los raíles de las vagonetas, con filtraciones de agua por el techo, el suelo inundado, los cables de la luz colgando por todos lados, etc., etc.. Al cabo de un buen trecho la cosa se complica: el túnel se hace cada vez mas angosto y tienes que ir, en algunos tramos, de rodillas casi. El aire, que a 4500 metros de altitud ya es escaso incluso al aire libre, parece que no te llega a los pulmones y a cada paso que das y a cada esfuerzo -en algunos tramos hay que subir por una especie de topera reptando y, en otros, hay que bajar agarrándose a una cuerda- el corazón se te desboca y abres la boca como pez fuera del agua tratando de obtener el escaso oxigeno que hay en la "topera".
La verdad es que he pasado un rato muy malo en aquella ratonera y he estado a punto de tener una crisis de ansiedad (he tenido que pararme un buen rato y centrarme en la respiración para recobrar una cierta serenidad). Afortunadamente el grupo que entro media hora antes que el nuestro estaba regresando y me he agregado a ellos para poder salir de allí. En cuanto he visto la luz al fondo del túnel he recuperado la serenidad (creo que debo tener un pelin de claustrofobia, pues ya me ocurrió algo similar haciendo el Camino de Santiago en la Foz de Lumbier).
Una vez fuera, y a pesar de lo anterior, me he alegrado de haberlo hecho (aunque solo sea para saber que no debo volverme a meter en la "boca del lobo") y mi valoración por estos hombres que trabajan en tan penosas condiciones, sabiendo que apenas tienen unas expectativas de vida de 45 años, por la silicosis, ha aumentado considerablemente.
Luego, en Potosí, me he enterado que hay minas de primera (las estatales que tienen galerías amplias, ventilación, luz eléctrica y elevadores para los diferentes niveles), de segunda (algo menos "lujosas") y cutres a tope (exacto: en la que yo me metí). ¡¡Que quieres Pepe si pillaste la excursión mas barata!!. ¡Cuestión de precio una vez mas!.
Por la noche tomo un autobús camino de Cochabamba que es una ciudad que esta mas baja, sobre el nivel del mar, para recuperarme un poco del susto y darles un respiro a mis pulmones y corazón.
¡Jodio soroche!.
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