¡Qué viajecito!

07.05.2009:

El día de hoy no pinta bien. Me he levantado pronto para comprar el billete de bus a Potosí porque ayer no puede al volver del Salar. Compro el billete para uno que sale a las 9:30 a.m.. Desayuno y me voy para la terminal y, al llegar a la agencia me dicen que me tienen que dar una mala noticia: que se les "arruino" el bus ayer y no tienen otro disponible. Les pregunto porque, siendo así, me han vendido un billete esta misma mañana y me responden que no me preocupe "que estoy de vacaciones", que ellos lo arreglan.


Después de dos horas de retraso la cosa parece arreglada: han llegado a un acuerdo con otra compañía para traspasarles el pasaje. Cuando llega el otro bus es cuando las cosas empiezan a complicarse. Nos obligan a cargar a los pasajeros nuestros bultos en el techo del bus (por una escalera metálica que chirría cantidad) porque dice que no tiene ayudante al ser un servicio no previsto y por fin tomamos asiento.



En esto que viene el chófer -un tío muy mal encarado- y empieza a pedirnos a cada pasajero 20 bolivianos por el viaje ¡a pesar de que ya todos tenemos pagado el viaje!. El follón que se monta es de aúpa, pero él no atiende a razones y dice que, o le damos el dinero o no arranca. Como la mayoría son gringos que no le entienden el follón es de campeonato. Me bajo del bus y voy en busca de la que nos vendió los billetes para que me explique que es lo que pasa. Viene la mujer acompañada de otra y, entre las dos, le montan un "pollo" al chófer de cuidado -en quechua o aymara, no se-. Total que no parecen llegar a un acuerdo por las caras que ponen cada uno. En esto que el chófer se sube al techo del autobús y empieza a tirar al suelo las mochilas y los paquetes diciendo que él por ese dinero no viaja, que va a ganar mas la empresa que nos vendió el billete que él, y que todo el mundo fuera de su autobús.


Después de otra media horita de "negociaciones" y tira y afloja entre el chófer y las mujeres, a grito pelao, un sudafricano que se había bajado del bus cuando lo de las mochilas, aparece con dos policías en la escena y aquí ya el sainete es completo. A todo esto se añade al gallinero un representante sindical del gremio del transporte que han llamado como "hombre bueno" para que intermedie entre las partes. Resumiendo: otra vez a subir las mochilas al bus y que van a buscar a otro chófer para que nos lleve. Cuando llega el de repuesto, el otro (el cantamañanas) que dice que si, que él nos lleva aunque no este de acuerdo con las condiciones. ¡Otro follón con el nuevo, etc..etc..!.


Con casi tres horas de retraso se pone en marcha la tartana por esos caminitos de Dios, mientras el chófer no hace mas que argumentarnos sus razones, ¡como si el no hubiera tenido nada que ver con todo esto!.



El camino, al principio, es francamente bonito porque tiene como telón de fondo el Salar de Uyuni que le da un contraste especial a todo el paisaje al recortarse las siluetas de las montañas contra su blancura, haciendo que los perfiles se vean con una nitidez absoluta. Los Andes siguen omnipresentes en todo el viaje, pero ya no tienen la espectacularidad de días anteriores. Sus perfiles no son tan abruptos ni los valles tan profundos ni sus gargantas y cañones tan abisales.



En cambio el terreno parece mas fértil al haber bastantes cursos de agua y lagunillas. La vegetación es abundante aunque rala (la altitud no permite que nada crezca con mas de un par de palmos de altura del suelo). Los rebaños de llamas y vicuñas son numerosísimos. Los guardan en una especie de empalizadas hechas enteramente de adobe (por aquí no hay madera). El sistema es el mismo -me parece a mi- que el de la ganadería intensiva de otros sitios: los pastizales están acotados y van soltando los rebaños dentro de una determinada área, solo que aquí no hay alambradas ¡todo esta hecho con murallas de adobe y piedras!. Kilómetros y kilómetros de vallas por todas las laderas de las montañas y los valles ¡parece una miniatura de la Gran Muralla China!.



Cuando toca cuesta, el autobús parece que tiene tos-ferina, empieza como a derrapar y prácticamente se detiene (hay que reconocer que las cuestas son muy empinadas y que a 4000 metros de altitud no deber ser fácil para un cacharro de estos, con mas años que Matusalem, el subirlas).



Llegar a Potosí a costado, pero hemos llegado. Eso si, aquí el "soroche" pega de aúpa y el aire parece que no llega a los pulmones. La ciudad, en su centro histórico, es una joya arquitectónica del periodo colonial, con alguno de los mejores ejemplos de toda América: la Casa de la Moneda, la Torre de la Compañía de Jesús, el convento de San Francisco, etc..

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