IRUYA - El Paraíso Perdido (para algunos)

02.05.2009:

Han pasado mas de tres horas desde que volví de Iruya y aún estoy emocionado. Con razón me lo venían recomendando, gente que lo conocía, cuando les decía que iba camino de Jujuy. Si alguien me esta leyendo y tiene intención de ir a Argentina, que no deje de ver sus dos extremos: el Sur (Ushuaia, Calafate, El Chalten y Bariloche) y el Noroeste: Purmamarca, Quebrada de Humahuaca y sobre todo IRUYA.


Después de varios miles de kilómetros en carretera, yo creía saber lo que era una carretera de alta montaña con desniveles, curvas imposibles y firme irregular. pero que va, comparado con esto cualquier senda, sendero o camino parecería una autopista de peaje.



Todo el camino es "ripiado" que, en otras ocasiones significaba no asfaltado. botes, polvo, etc., etc., pero aquí significa un grado mas que el típico "camino de cabras". El autobús debe llevar en funcionamiento desde los tiempos de Henry Ford y ha debido de soportar tantos botes y vibraciones que no tiene un solo tornillo apretado y va haciendo un ruido como si se fuera a desguazar en cualquier momento. Viendo los ejes del volante sujetos con alambres y cinta americana uno piensa que en vez de "dirección asistida" debe llevar "Que Dios nos Asista".



Iruya debe ser el lugar mas recóndito de Argentina, enclavada en una profundisima garganta labrada por dos ríos, en pleno corazón de la Cordillera de los Andes en su punto mas abrupto. Los últimos 20 kilómetros son de puro infarto: desde el punto mas alto, a 4000 metros, se inicia una bajada en picado por una senda laberíntica que va serpenteando como una anaconda gigante. Son tantas las curvas y es tan laberíntico el trazado que, desde arriba de la cuesta, parece un dibujo exoterico como los de las "lineas de Nazca".



Cuando parece que han acabado las curvas es cuando realmente se pone crudo el camino. Para bajar a lo mas profundo del valle, donde se encuadra el pueblo, hay que vadear un río en cuatro puntos distintos (aquí lo de "vadear" significa que el autobús se sumerge en el río, pues no hay ni puente ni senda que marque por donde hacerlo). Cuando el río baja con mas agua de la normal te dejan en ese punto y la gente debe buscarse la vida para vadearlo con sus pertenencias e ir andando a Iruya (hay un cartel dentro del bus en donde lo explica para no llamarse a engaño "...el que avisa...").



Hoy ha habido suerte y hemos pasado aunque se ha golpeado con una piedra y esta perdiendo aceite a chorros. El camino ripiado acabe justo frente a la puerta de la iglesia (el que acabe aquí yo no creo que sea casual, sino mas bien para que los que bajan del autobús corran a hincarse de rodillas para dar gracias por haber llegado sanos y salvos). Desde este punto ya no hay carretera para ningún lado, a pesar de que este pueblo es cabeza de distrito de varios mas que tienen que venir a "patita" a hacer sus compras, gestiones, etc..



Sano y salvo he llegado pero me bajo del autobús dando sacudidas como el "tío calambres" de la canción de Luis Aguilé.



Cuando te asomas a la balconada de la placita de la iglesia y ves el paisaje, entonces das gracias porque este lugar sea tan remoto y difícil de llegar. Si hubiera una carretera decente, con este paisaje, esto estaría lleno de Mc Donald y hoteles de un chorro de estrellas. ¡¡Bendita carretera ripiada, espero que te conserves en tan mal estado como ahora o, incluso, que empeores!!.



Después de ver el pueblo (10 minutos de reloj y andando despacio por la altura) me dirigo al valle para tomar un camino que me recomendaron un par de hermanos franceses que conocí en Atacama (los tíos mas aventureros que he conocido hasta ahora). El camino no esta marcado y es siguiendo el curso del río que tiene mas caudal. El río se bifurca en varios cauces en el mismo valle, entre millones de piedras y cantos rodados. Baja con bastante mala leche y mucha agua. Menos mal que hay gente que van o vienen a San Isidro y me voy fijando por donde tiran.



En esto que veo un grupito de gente bastante numerosa delante mio. Me apresuro a alcanzarles y al llegar a su altura me quedo pasmao: es una comitiva fúnebre portando un ataúd por medio de aquel inmenso pedregal. Los hombres llevan bolsas de plástico con hojas de coca que van repartiendo entre la comitiva y las mujeres portan unas enormes coronas de flores de plástico de un colorido chillón y multicolor (tanto las flores como sus atuendos parecen copias de los mismos colores que tienen sus montañas).



Ellas van cantando una especie de jaculatoria o canto fúnebre en su lengua. La verdad es que el encuentro me ha impresionado bastante, y no tanto por el difundo (todos tenemos que palmarla), como por la dureza de las condiciones de vida de esta pobre gente: llevan atado el ataúd a dos palos en forma de parihuelas para evitar que se les caiga por lo mucho que se inclina cuando vadean el río o las piedras del camino. Cuando llegan a los pasos del río se tienen que meter en él porque las piedras que ponen para salvarlo no les vale para este fin. ¡¡Un asco de vida ... y de muerte!!.



Al regreso a Iruya me encuentro al autobús destripado y al chófer-mecánico embadurnado de aceite hasta el copete, quitando tornillos de un lado para ponerlos en otro (se han perdido al chocar con las piedras del río). Le pregunto si lo arreglara y me dice que ya veremos. La gente esta preocupada porque solo hay un servicio diario para ir y otro para volver. Y a mi, la verdad, no me importaría quedarme a hacer noche en este lugar: el atardecer y el amanecer deben ser gloriosos aquí con este paisaje tan alucinante.



Pero esta vez no he tenido mala-buena suerte y el tío lo ha arreglado. ¡En fin otra vez sera!.

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