30.04.2009
He volado hasta Ushuaia en el extremo sur de América: La Tierra del Fuego. Ushuaia es la ciudad mas austral -mas al sur- del mundo, a mas de 3000 kms. de Buenos Aires y a un paso del continente helado Antártico. Una vez alojado me encamino a visitar el Glaciar Martial que esta solo a unos 8 o 9 kms. de la ciudad andando.Hace un frío que pela. A las 13:30 hora de llegada al aeropuerto había menos tres grados centigrados y unas rachas de viento helado que hacia que parecieran -30º. En la ciudad parece hacer menos frío al estar protegida en una bahía, pero nada mas empezar a subir hacia Los Andes Patagónicos -al monte Martial- empieza de nuevo a nevar y a arreciar el frío y soplar el viento helado. Por fin he encontrado sentido a los casi tres meses de cargar una mochila de 17 kilos: era para poder ponerme todo lo que llevaba hoy aquí. Me he puesto: dos pares de calcetines gordos; las botas de montaña; unas mallas largas y una camiseta, ambas térmicas; dos camisetas de manga larga; el pantalón de montaña; el forro polar; el cortavientos; una especie de bufanda que me dejo mi hijo y que llaman "braga"; la gorra y un par de guantes que me he comprado aquí. ¡Y a pesar de todo esto, cuando me monto en el telesilla para subir a los pies del glaciar, es como si estuviera desnudo: se me cuela el aire gélido por todas partes!. Me lloran los ojos por el aire (a pesar de llevar gafas) y las orejas son como de cartón piedra. En un repecho empinado el telesilla se para, como para tomar resuello, y las rachas de viento empiezan a mecer la silla de un lado para otro. En todo el tramo que diviso entre estación y estación no hay otra persona montada que una señora sola que esta bajando ya y que se queda, en el parón, frente a mi. Me mira con una cara de susto y/o frío (no sé) que me dio por reír y, al final, supongo que de nerviosismo, ella también se contagio. Ambos pelados de frío, parados en medio de una montaña en Los Andes, nevando y con el balancín moviéndose violentamente de un lado a otro y nosotros riéndonos el uno al otro: ¿miedo o frío?.
Como llevo puesto en la cabeza el gorro, la braga y la capucha del chubasquero -sujetándomela con la mano para que no se vuele... no veo nada, pero cuando me bajo del telesilla y levanto la cabeza para arriba, el panorama es de cine: un profundo valle nevado por el que corre un riachuelo de agua cristalina a punto de helarse (ya tienen escarcha las orillas), que va empinándose hacia las cumbres eternamente nevadas de Los Andes y, entre los picos de sierra que forman las montañas: ¡el Glaciar Martial de un blanco impoluto!. Intento subir hasta la base misma del glaciar pero me es imposible: la pendiente se eleva hasta un 40º de desnivel, el sendero esta helado y voy patinando, el viento me hace ir con la cabeza baja a modo de ariete. Total que ... media vuelta arrrrrr. Tomo otro sendero que me recomendó el encargado del telesilla que atraviesa un bosque de pinos, guindos, alerces y otros árboles con unas formas maravillosas y con unos colores esplendorosos -aquí es otoño y las hojas están mudando de color-.
Me quedo paseando -aquí el bosque me resguarda del viento- hasta las 17:30 hora en que deja de funcionar el telesilla. La nariz no para de gotearme y los ojos de llorarme. En el albergue me preparo una sopa de sobre calentita (me he cenado entero un litro de sopa), espero no haberme resfriado. Mañana veré como me levanto.
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