del 6 al 9.11.2011
La plaza Durbar de Kathmandu, aquí llamada de Hanuman Dhoka (también se llaman así, Durbar, las plazas de los otros dos emplazamientos monumentales en los pueblos del valle: Patan y Bharktapur) es como un parque temático de la arquitectura Newar, con construcciones que van desde el siglo X al XVII por la dinastía Malla de Nepal, tanto civiles como religiosas. En una sola calle de apenas 100 metros de longitud se acumulan mas de 40 monumentos: el palacio de Basantapur, los templos de Taleju, Chyasin Dega, de Mahendreswor, el de la diosa viviente Kumari, etc. Así hasta treinta y tantos templos, stupas y pagodas en una sucesión y, casi atropello, que turba los sentidos.
A veces no sabes adonde mirar y posar los ojos. Uno tras otro, en perfecta secuencia, los lugares te van asaltando según vas avanzando por la calle. Aquí un altarcito, allí una colosal estatua, mas allá un templo, o un palacio, o el simple y maravilloso detalle de una viga de madera que, aparte de cumplir con su misión arquitectónica de soportar un techo, es una obra de arte. ¡¡Una borrachera para los sentidos!!.
También en la capital se pueden disfrutar de otros tres conjuntos maravillosos (al igual que los demás todos tienen la catalogación de Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco que los declaro como "incomparables en el mundo"), el de Swayambhunath con una gigantesca pagoda en la cima de una colina a la que se accede subiendo una gran escalera salpicada de imágenes y de pequeños santuarios.
El otro gran conjunto es el de Pashupatinath. Lugar sagrado para los hindúes (que no permiten la entrada al templo de los que profesen su religión) en donde presencié la cremación de tres cadáveres en los Ghats de las orillas del río Bagmati ¡algo impresionante el oír crepitar los cuerpos al incinerarlos al aire libre así como el olor que desprenden!.
Me quede algo rascadillo con el otro conjunto de Boudhanath, una stupa budista magnifica adonde no pude llegar, pese a intentarlo, al caerme encima la noche en el camino, en medio de un monte repleto de túmulos funerarios y ¡cientos de monos! que, la verdad, me acojonaron un poco.
Al día siguiente visitamos los pueblos de Patan y Bhaktapur que, a su vez, son también Patrimonio de la Humanidad, en cuyas respectivas plazas Durbar la borrachera de belleza y armonía del día anterior siguió y se incremento. En especial en Bhaktapur que junto a la belleza de sus maravillosas tres plazas monumentales se sumaba el hecho de ser un pequeño pueblecito de vida apacible, en donde todo parecía discurrir de forma serena. La gente secando y aventando el grano (trigo y arroz) en sus calles y patios, los niños saliendo del cole perfectamente uniformados con sus trajes. Puestecitos callejeros; mujeres hilando; hombres jugando a una especie de parchís pero lanzando trozos de cañas de bambú en vez de los dados y moviendo sus fichas en una especie de tablero pintado en el suelo.
En fin una delicia. Y como colofón para un día perfecto desde allí divisamos, por primera vez con amplitud y claridad, la cordillera del Himalaya coronada de nieve.
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