30.10.2011
Si no fuera por sus dos espléndidas joyas, el fuerte Meherengarh y el cenotafio de Jaswant Thada (al que llaman el Taj Mahal de Jodhpur) esta ciudad seria totalmente prescindible. De hecho seria una pérdida de tiempo y una molestia visitarla. La contaminación del aire y sonora es brutal y produce una agresión en ojos, nariz y garganta serias. A esto hay que unir el olor nauseabundo -sobre todo en las afueras de las murallas- producido por cientos de vacas errantes y a que las cloacas y alcantarillas van al aire.
El apelativo de "Ciudad Azul" que recibe no se debe, sin duda, al color de su cielo -que es de un gris oscuro plomizo-, sino al color con el que pintan sus casas.
Para colmo de madrugada (sobre las 5:45 a.m.) los altavoces de la mezquita, proclamando a los cuatro vientos, los rezos del Mueidin desde el alminar de la mezquita de que Allah es grande (a un volumen mas propio de una disco de bacalao que de una plegaria) empezaron a atronar como si los tuviera debajo de mi almohada (habitualmente estos rezos son suaves y melodiosos y, a esa hora de la mañana, mas que despertarte te adormecen)..
Claro que todo quedó olvidado a la vista del glorioso fuerte Meherengarh -que parece sacado de una película del Señor de los Anillos- emergiendo de un precipio rocoso, elevándose sobre el mismo con unas murallas tan formidables y verticalmente tan altas que, como exclamo el famoso escritor ingles Rudyar Kipling ante las mismas: "... parecen obra de ángeles, hadas y gigantes...".
Esta impresionante muestra de arquitectura militar, al igual que la ciudad, fue fundada en 1459 por Rao Jodha y floreció gracias al comercio del opio. Sus aguerridos habitantes eran conocidos por su fiereza en el combate y preferir morir a ser derrotados. A estos "angelitos" guerreros rajput y al reino se le llamaba "Marwar" (reino de la Muerte) ... ¡ a mi por poco me matan, pero a toser!.
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