EL METEORA

El Meteora, al igual que otros lugares y destinos míticos: La Capadocia; la Bahía de Halong; el Machu Pichu; las Cataratas del Niagara o Iguazu; Angkor Wat, Bagan, etc.,etc., NUNCA DECEPCIONAN, unos por su morfología o por su monumentalidad, otros por sus vistas o por su historia, etc.

A pesar de resultarnos conocidos aún mucho antes de verlos en persona (con lo que, de alguna manera, el factor sorpresa desaparece al haberlos visto en fotos, reportajes, videos, escenas de peliculas, etc.) el efecto que producen en quien los ve "in situ" por primera vez es enorme, impactante, hipnótico.

Es lo que nos ha pasado con esa especie de "huevos Kinder sorpresa" que son los Meteoros (estos también guardan una sorpresa tanto en su interior como en su exterior/cima). Esas mastodonticas rocas del Meteora (literalmente en griego "suspendido en el aire") surgen repentinamente, enormes, majestuosas y, casi todas, con una verticalidad de mareo.Se trata de formaciones geológicas con forma de monolitos de varios cientos de metros de altura erosionadas por los mares prehistóricos que cubrían la región de donde surgieron.

Es un paisaje ya de por si surrealista al que hay que añadir sus, aun mas extraños, monasterios ortodoxos griegos que se ubican, cual águilas en sus nidos, en sus picos mas inaccesibles, colgados del abismo y ocupando toda la superficie que la roca les permite. 

En  torno al siglo X d.C. se empezaron a dar los primeros brotes de eremitismo en la zona, pues el enclave facilita las condiciones idóneas para la vida ascética. Los eremitas vivían en las cuevas de las rocas y en chozas al pie de los peñascos, acudiendo a una iglesia central donde se reunían los días festivos y domingos, la iglesia llamada "Santa María de la Fuente de la Vid" que aún hoy en día se mantiene en pie. Data del siglo XI y tiene unos hermosos frescos que decoran su interior. Esta forma de vida eremítica tendería a desaparecer en el siglo XIV, cuando llegó el prelado San Atanasio (conocido como "Meteorito") quien le dio nombre al lugar fundando la primera orden monástica que se asentaría en Meteora. Las comunidades religiosas que los habitaban eran llamados «estilitas» de «stylos» (columna).

En su época dorada este territorio llegó a contar con veinticuatro centros donde se desarrollaba la actividad monástica, si bien hoy solo continúan habitados seis de ellos: el monasterio de la Metamorfosis o Gran Meteoro, el de San Nikolas Anapafsas, el de Roussanou, el de la Santa Trinidad, el de San Esteban y el de Varlaam. Pero no siempre fueron buenos tiempos para el Meteora. Tras la llegada de los turcos a Tesalia, en el ano 1390, se sucedieron una serie de hechos bélicos que sacudieron la vida normal de los Monasterios. Durante los dos primeros siglos de ocupación otomana, los Monasterios contribuyeron a la convivencia pacífica pagando los impuestos que habían establecido los invasores.

Pero en el año 1609 tuvo lugar una revuelta en la cercana ciudad de Lárisa encabezada por San Dioniso el Filósofo, a quien los turcos llamaban ‘perrósofo’. Al ser San Dioniso un hombre de la iglesia, los turcos atacaron Monasterios y edificios eclesiásticos, muchos de los cuales eran de gran importancia. De entre estos Monasterios, el denominado ‘Gran Meteoro’, centro neurálgico de Meteora, fue atacado en dos ocasiones, en 1609 y en 1616. En ambas pasaron a cuchillo a numerosos monjes y la segunda vez quemaron la sacristía de la iglesia destruyendo las celdas de los monjes.

Grabados, tapices y otras imágenes recogen estos episodios de la historia de Meteora en el museo del Gran Meteoro, centro administrativo de los Monasterios habitados, a 613 metros de altura sobre el nivel del mar y a 415 metros de altura sobre el lecho del río Peneo. El monasterio también es llamado de la Metamorfosis, por estar consagrado, precisamente, a la Transfiguración de Jesús. No en vano, el Gran Meteoro está levantado en el punto más en comparación con el resto de edificios que se erigen en Meteora, en clara metáfora a la Transfiguración de Cristo, que tuvo lugar en lo alto de un monte.

Descendiendo desde el Gran Meteoro, se encuentra el monasterio de Varlaam o de Todos los Santos. Se eleva a una altura de 373 metros sobre el suelo. Fue reedificado sobre las ruinas de un monasterio anterior por los hermanos Nektarios y Teofanis, en el año 1518.

A continuación, el monasterio de Roussanou o de Santa Bárbara, que parece estar desafiando al abismo con una construcción imposible. Como el de Varlaam, Roussanou fue reedificado sobre las ruinas de un monasterio primigenio, en este caso por los hermanos monjes venerables Josafat y Máximo en el 1288 d. C.

Hasta que no se tallaron escaleras en las rocas en 1920 cualquier acceso a los monasterios tenía que hacerse utilizando escaleras o unos cestos con redes atados a una cuerda que tenían que subierse mediante tornos (cuando alguien pregunto que cada cuanto se cambiaba la cuerda el monje le contestó: "cada vez que Dios bendito permite que se rompa"). 

Todos ellos ....Y A PATITA los hemos recorrido mi hijo Alberto y yo en tres memorables dias aqui en ¡¡EL MARAVILLOSO METEORA!!. 

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