Hay algunos lugares y países que quedan, indefectiblemente, ligados a un hecho o un personaje. En este viaje he pasado por dos con estas características: Albania (ligada al déspota/dictador Henver Hoxa) y Rumanía (conectada automáticamente al inconsciente colectivo con Dracula).
En la primavera de este año me encontré en el Camino de Santiago con dos hermanas rumanas (Tana y Nona) que se quejaban, amargamente, de que Rumanía solo fuera conocida por dos cosas: Drácula y Ceaucescu (uno un personaje de pura ficción y el otro un patético "personaje").
Así pues no me queda otra, estando en Transilvania, que hablar de Drácula:
"El príncipe valaco Vlad Tepes (el "Empalador") suele ser identificado con Drácula, el conde vampiro que aparece en el cine clásico de las novelas góticas de terror: DRÁCULA (cuyo libro escribió el irlandés Bram Stoker).
El "verdadero" Drácula, Vlad Tepes, nació en Sighisoara (también su nacimiento se lo atribuye otra ciudad rumana: Bran). Gobernó Valaquia en varias épocas (1448, 1456 al 1462 y en 1476). Este personaje real, de una notable brutalidad, también estaba sediento de sangre (aunque no se la bebiera para conservar su inmortalidad como el personaje de ficción). Su padre, el príncipe Vlad III, fue llamado "Vlad Dracul" (del latín draco=dragón, al ser caballero de la Orden del Dragón). Y el titulo de "Draculea" (en rumano hijo de Dracul) lo heredo de su padre. Curiosamente el otro significado de "draco" es "demonio" que es con el que al final se quedó Vlad Tepes (aunque, eso si, ganado a pulso).
De pequeño Vlad tuvo una infancia desdichada pues paso muchos años de su juventud prisionero de los turcos en donde, se afirma, que fue violado por miembros de la corte del sultan.
A su vuelta a Valaquia se rebeló contra los turcos (algo por lo que los rumanos lo consideran, lógicamente, un héroe). Era un hombre despiadado que se hizo celebre por sus brutales métodos de castigar a sus enemigo (y no solo a los turcos). Los métodos utilizados iban desde la decapitación (para los afortunados), a hervirlos en aceite o enterrarlos vivos y, por su castigo preferido, algo por lo que se ganó el título de "Empalador": hacia introducir "cuidadosamente" una estaca de madera por el ano que salia del cuerpo por debajo del hombro, de modo que no afectaba a ningun órgano vital, lo que le aseguraba 48 horas de inimaginables sufrimientos, antes de su muerte, a sus enemigos. Vlad Tepes acostumbraba a hacerse servir la comida al aire libre mientras contemplaba a sus prisioneros turcos y griegos retorcerse de dolor ante él (¡¡eso si es una cena con espectáculo y no lo de los cafés-teatro!!).
Por brutal que parezca el método, el ensartamiento de enemigos derrotados no era raro en la Europa medieval. Un primo de Tepes, Stefan cel Mare, hizó "empalar por el ombligo en diagonal, uno encima de otro" a 2.300 prisioneros turcos en 1473 (¡¡Y es que hay familias que hay que echarles de comer aparte!!).
En Rumanía los vampiros forman parte del folclore tradicional. Los séptimos hijos son, según se creía, especialmente propensos a sufrir esa condición "vampiresca", identificable por "tener pezuñas" en vez de pies o un rabo al final de la espalda (si algún lector es el séptimo hijo ...¡¡que se lo haga mirar!!).
Seguramente sin la sombra de la obra de Bram Stoker la región rumana de Transilvania no sería tan afamada para bien o para mal (aunque los rumanos de esta zona explotan el mito a tope).
A su muerte, Vlad Tepes, fue decapitado y los turcos se llevaron su cabeza a Estambul para que fuera "admirada", mientras que su cuerpo nunca se encontró ... "seguramente andará vagando por las noches de luna llena en espera de algún desprevenido para chuparle la sangre" ...¡¡Yo, por si acaso, desde que estoy en Transilvania, siempre llevo una cabeza de ajos en el bolsillo!! (no se si servirá contra vampiros, pero ... me hago unos espaguettis con ellos de vicio).
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