MARDIM

Hoy he vuelto a "pelarme el culo" (como en los viejos tiempos) en los duros asientos de los mini-buses de corto recorrido. A pesar de que Turquía cuenta con una excelente flota de autobuses de largo recorrido, en los cortos (de 2 a 3 horas) aun utilizan "dolmuses" (mini-van) que -al menos en esta región del Kurdistan- dejan bastante que desear: asientos duros y estrechos, llenos hasta la bandera y no salen hasta que no cabe un alfiler, etc., etc..

Hoy, para ir de A a B, que en el mapa parecían estar juntitos, he tenido que ir de A a C, D y E para llegar a B (cambiando en cada lugar de "dolmus" -por lo que he tenido que hacer tres trasbordos- pues no habia servicio directo). Pero bueno, el paisaje era ameno (esta parte tiene grandes semejanzas con algunas zonas rurales españolas: Castilla, Extremadura) y como los últimos desplazamientos los he hecho de noche, se agradece algo de paisaje rural para ir mirando por la ventanita (uno de mis "hobbies" favoritos).

Como en tantísimas ocasiones la llegada al lugar decepciona y deprime (¿porqué pondrán las estaciones de autobuses en lugares tan distantes de los centros históricos y tan deprimentes?). Afortunadamente como en tantas otras ocasiones la belleza de los lugares (como las perlas en las ostras) están escondidos y guardados bajo los caparazones de los cascos antiguos y hay que saber encontrarlos.

Bueno, a todo esto, estoy en Mardim y salí esta mañana desde Katha (en donde he disfrutado como un enano).

Mardim: "la ciudad de piedra". Recorriendo esta preciosa ciudad kurda (es la capital del Kurdistan turco) te ves transportado a la Europa medieval. Puedes en la zona vieja, sin el menor esfuerzo (si omites los numerosos minaretes de las mezquitas que abundan por doquier) creerte en cualquier ciudad de la Toscana italiana o paseando por las empedradas calles de Cáceres.

No tengo ni idea de arquitectura otomana, mas allá de los ejemplos vistos, fundamentalmente, en Estambul y no se si en la zona del Kurdistan habría alguna influencia de este tipo, pero las ventanas, alfeizares, puertas, etc., parecen renacentistas.

Perderte por las desoladas y desiertas callejas y callejones (solo frecuentados por niños jugando al escondite ¡que mejor lugar!) de fuertes pendientes (la ciudad vieja se ubica en las laderas de un cerro) y empinados escalones de piedra para -de repente- descubrir un pasadizo, un conjunto de túneles que parecen el laberinto del Minotauro o una puerta bellamente tallada o, sin previamente advertirlo, dado que las casas tan juntas no te permiten verlo con antelación, descubrir un esbelto y primorosamente labrado minarete que da paso a los recintos de paz y silencio que son los interiores de las mezquitas (lugares siempre frescos y en silencio con mullidas alfombras que te invitan a reposar) o, por contra, verte de repente en medio de la "locura" de un bazar en donde todo se compra y se vende a pesar de la "pachorra" que se gastan aquí los vendedores -invariable e imperturbablemente sentados a las puertas de sus locales tomando te o fumando-. 

Es toda una experiencia que, si la rematas, tomándote un "chai" (te) en alguna terraza elevada al aire libre de la zona de Mesopotamia viendo como, lentamente, el atardecer sobre la inmensa e interminable llanura de Anatolia va apagando sus perfiles, pues eso ... ¡¡ALUCINANTE!!.
  

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