No me hubiera hecho falta ver el resto del complejo palaciego para saber como se las gastaban los Sultanes otomanos. Con haber visto las cocinas de palacio (el primer lugar que suele visitarse - por orden- al entrar) y ya me habría dado por enterado Mucho mas si lees los protocolos tan sumamente elaborados y complejos con que funcionaban esas cocinas en sus preparativos para dar de comer al Sultán (la verdad es que choca que para dar de comer a un solo paisano -por muy sultán que fuera- hubiera todo un ejercito de cocineros, cada uno especializado en un tipo de comida y, por supuesto, para cada especialidad un jefe que, a su vez, dependía de otro que, a su vez, dependía de otro, asi hasta llegar al jefe de cocina). La clase, variedad y riqueza del ajuar es de tal magnitud que abruma.
Si luego te pasas por la Sala del Tesoro Imperial y ves los diamantes gordos como huevos de pato, los zafiros, esmeraldas, rubies, etc., amontonados en un cesto como si fueran un enorme puñado de canicas o piedras de rio .. ¡¡terminas de alucinar!!.
Todo el Palacio de Topkapi asombra, pero es el Harem el que mas curiosidad despierta (quizás también por las connotaciones de otro tipo que subyacen en el propio concepto de Harem como un lugar secreto y prohibido para uso y disfrute exclusivo del Sultán y de sus hijos adolescentes con eunucos negros vigilando el "sancta santorum" con sus enormes cimitarras y a la legión de concubinas pendientes de satisfacer los "caprichos" del Sultán). En fin .. unos tanto y otros tampoco. ¡¡Mal repartido esta esto .. leches!!.
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