28-11-2011
Amritsar, que como ciudad no tiene nada relevante fuera del complejo del Templo Dorado, es uno de los lugares que mas me ha gustado. No es solo por la belleza que emana del conjunto, que es abrumadora, sino por la atmósfera que se respira dentro del complejo de una espiritualidad genuina y nada intimidatoria (en algunos lugares de este tipo sientes, no solo que no eres parte de ellos, sino que tu presencia es tolerada pero no grata).
Pero, sin duda, lo mas impactante, fuera de la belleza insólita del lugar, es la organización. El orden y la limpieza que se respira por doquier (y eso en India no es moneda de uso corriente). Absolutamente todo parece estar cronometrado, cada voluntario parece saber lo que tiene que hacer... y lo hace.
Esta modélica organización se basa en la filosofia sijh impuesta por sus gurues, durante siglos, la "ker-seba" (trabajo voluntario por una causa) que forma parte importante de esta fe.
Desde antes aun de acceder al recinto la organización es perfecta: grupos de voluntarios recogen y guardan en taquillas los zapatos y bolsos de los peregrinos. Los accesos están alfombrados al tener que ir descalzos. A la entrada del recinto hay filas de grifos para "purificarse" y entrar limpio. Una especie de piscinitas a la entrada sirven como lava-pies y hay recipientes con cientos de pañuelos para cubrirse la cabeza.
Una vez dentro la gente gira siempre en el mismo sentido de las agujas del reloj, sobre las alfombras que rodean el patio interior (que son retiradas cada tiempo, al estar mojadas, y repuestas por otras secas inmediatamente), etc., etc..
Pero lo que te llega al alma es cuando vas al "Guru ka Langar", un comedor gratuito donde se sirven diariamente hasta 10.000 desayunos, comidas y cenas ( esta debe ser la única ciudad del mundo donde nadie pasa hambre) a base de lentejas, judías, chapatis y una especie de arroz con leche de coco de postre.
Nada mas llegar a la entrada del comedor te sorprende ver los miles de bandejas metálicas, cuencos, cubiertos, etc., que se apilan en orden en contenedores. Según vas llegando te dan una cuchara, una bandeja y un cuenco para el agua. Accedes a una sala enorme (hay una abajo y otra arriba) en donde, en hileras sucesivas, te vas sentando sobre una esterilla en el suelo y, cuando la hilera ya esta completa, aparecen los voluntarios con cubos llenos de la comida que van depositando en las bandejas de cada uno (en cada apartado una cosa). Luego aparecen otros voluntarios con una cesta llena de chapatis (una especie de torta de trigo) que te dan en las manos y, por fin, ¡a comer!. Según vas comiendo los voluntarios te van volviendo a rellenar la bandeja, a dar mas chapatis, agua, etc.
Cuando terminas te levantas y llevas todo a lavar y, entonces, ves enormes fregaderos con docenas de voluntarios fregando, cada uno en su fregadero, en perfecto orden y con el único ruido que las bandejas de metal hacen al chocar entre si. Justo al lado del fregadero hay tres enormes calderos alimentados con fuego de leña (en el que cabrían, fácilmente, media docena de personas dentro) en donde hierven las próximas raciones de comida.
En otro sitio cercano hay montañas, literalmente, de los ingredientes que se utilizan en los guisos: montañas de coliflores, cebollas, ajos, guisantes, patatas, etc., etc., que son limpiados, cortados, pelados, etc., por docenas de personas de toda edad y condición
Amritsar, que como ciudad no tiene nada relevante fuera del complejo del Templo Dorado, es uno de los lugares que mas me ha gustado. No es solo por la belleza que emana del conjunto, que es abrumadora, sino por la atmósfera que se respira dentro del complejo de una espiritualidad genuina y nada intimidatoria (en algunos lugares de este tipo sientes, no solo que no eres parte de ellos, sino que tu presencia es tolerada pero no grata).
Pero, sin duda, lo mas impactante, fuera de la belleza insólita del lugar, es la organización. El orden y la limpieza que se respira por doquier (y eso en India no es moneda de uso corriente). Absolutamente todo parece estar cronometrado, cada voluntario parece saber lo que tiene que hacer... y lo hace.
Esta modélica organización se basa en la filosofia sijh impuesta por sus gurues, durante siglos, la "ker-seba" (trabajo voluntario por una causa) que forma parte importante de esta fe.
Desde antes aun de acceder al recinto la organización es perfecta: grupos de voluntarios recogen y guardan en taquillas los zapatos y bolsos de los peregrinos. Los accesos están alfombrados al tener que ir descalzos. A la entrada del recinto hay filas de grifos para "purificarse" y entrar limpio. Una especie de piscinitas a la entrada sirven como lava-pies y hay recipientes con cientos de pañuelos para cubrirse la cabeza.
Una vez dentro la gente gira siempre en el mismo sentido de las agujas del reloj, sobre las alfombras que rodean el patio interior (que son retiradas cada tiempo, al estar mojadas, y repuestas por otras secas inmediatamente), etc., etc..
Pero lo que te llega al alma es cuando vas al "Guru ka Langar", un comedor gratuito donde se sirven diariamente hasta 10.000 desayunos, comidas y cenas ( esta debe ser la única ciudad del mundo donde nadie pasa hambre) a base de lentejas, judías, chapatis y una especie de arroz con leche de coco de postre.
Nada mas llegar a la entrada del comedor te sorprende ver los miles de bandejas metálicas, cuencos, cubiertos, etc., que se apilan en orden en contenedores. Según vas llegando te dan una cuchara, una bandeja y un cuenco para el agua. Accedes a una sala enorme (hay una abajo y otra arriba) en donde, en hileras sucesivas, te vas sentando sobre una esterilla en el suelo y, cuando la hilera ya esta completa, aparecen los voluntarios con cubos llenos de la comida que van depositando en las bandejas de cada uno (en cada apartado una cosa). Luego aparecen otros voluntarios con una cesta llena de chapatis (una especie de torta de trigo) que te dan en las manos y, por fin, ¡a comer!. Según vas comiendo los voluntarios te van volviendo a rellenar la bandeja, a dar mas chapatis, agua, etc.
Cuando terminas te levantas y llevas todo a lavar y, entonces, ves enormes fregaderos con docenas de voluntarios fregando, cada uno en su fregadero, en perfecto orden y con el único ruido que las bandejas de metal hacen al chocar entre si. Justo al lado del fregadero hay tres enormes calderos alimentados con fuego de leña (en el que cabrían, fácilmente, media docena de personas dentro) en donde hierven las próximas raciones de comida.
En otro sitio cercano hay montañas, literalmente, de los ingredientes que se utilizan en los guisos: montañas de coliflores, cebollas, ajos, guisantes, patatas, etc., etc., que son limpiados, cortados, pelados, etc., por docenas de personas de toda edad y condición
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